Desde hace ya muchos años aparecen periódicamente en los medios de comunicación noticias acerca de la escasez en Europa de Ingenieros y Profesionales TIC en general. Las cifras en cuanto a las necesidades oscilan, pues probablemente quienes escriben esos artículos hacen los cálculos levantando el dedo al viento tras humedecerlo con un lamentón. En cualquier caso, siempre se habla de centenares de miles. Incluso se afirma que determinados perfiles en campos tecnológicos vanguardistas directamente quedan sin cubrir porque las empresas no los encuentran.
Personalmente tuve ocasión de dirigir un proceso de selección muy ilustrativo. A través de un portal de empleo ofrecíamos un puesto de «técnico sénior en redes Cisco y sistemas Red Hat Linux». Entre los aproximadamente 100 candidatos que se presentaron había muchos que simplemente disparaban a todo lo que se movía y, de esta manera, había un agricultor, un camarero, un peón de albañil, electricistas, comerciales de ramos no tecnológicos… Todos ellos oficios dignos y respetables por supuesto, pero con una posibilidad prácticamente nula para desempeñar un trabajo en redes y sistemas en tiempo asumible. De hecho el 80% de los currículos no mencionaban ni la palabra «Cisco» ni la palabra «Red Hat», y la mayoría ni siquiera «redes» o «Linux».
De sobra es conocida la ley de la oferta y la demanda: la escasez de algo hace aumentar su precio. Siendo así, ¿qué es lo que explica la bajada o cuando menos congelación de la capacidad adquisitiva media del Ingeniero y del Profesional TIC desde -seguramente- el reventón de la burbuja «puntocom» en el año 2001?
En algún otro artículo en Bit he mencionado como factores el outsourcing, la industrialización de servicios, la subcontratación y otros fenómenos que han provocado incluso el descenso del número de estudiantes en las carreras técnicas, a pesar de la escasez de profesionales y cuando encima España es uno de los países más castigados por el desempleo en Europa. Las paradojas y contradicciones del mercado laboral español tenían para mí difícil explicación, hasta que la encontré en el libro «Fuera de Serie» de Malcolm Gladwell: se llama Efecto Umbral.
Gladwell pone algunos ejemplos, entre los cuales refiere el proceso de acceso a la Universidad de Harvard, basado (salvo quizá excepciones de las que no puedo hablar sin pruebas) en el expediente académico y exámenes de selección. A priori entran los mejores entre los mejores pero, dado que Harvard recibe candidaturas de miles de excelentes estudiantes de todo el mundo, lo cierto es que la inmensa mayoría de los que se quedan fuera podrían perfectamente sacarse una carrera allí. De hecho, Gladwell menciona que hay quien propone que el acceso se realice por sorteo, entre las personas que superen un cierto… UMBRAL.
Por desgracia, en el mercado laboral español el umbral de desempeño es en general bastante bajo y el rasero no es la excelencia o la capacidad sino la simple experiencia, confundida frecuentemente con «talento» y que tiene la innegable ventaja para el seleccionador y para RRHH de resultar sencilla de medir. Y, una vez dentro, el empleado se encuentra con que la empresa española es con frecuencia conformista, incluso negligente, con la calidad del trabajo en el área TIC. Por tanto, ¿para qué un Ingeniero si cualquier profesional (con minúscula) puede hacer una labor mediocre?
Cuando he trabajado con colombianos lo que más me llama la atención es que se tratan de «Licenciado» o «Ingeniero» en lugar de llamarse por su nombre. Lo mismo en Alemania, país en el que un Ministro de Defensa dimitió del cargo por las acusaciones de haber plagiado su tesis doctoral. Por contra, en el mercado laboral español un título de Doctor es un papel incluso a veces contraproducente para quien lo posee. Las causas de ello se hunden en la noche de los tiempos de la lucha de clases sobre nuestra piel de toro, pero quizá sea mejor que no hable aquí de política, Ingenieros.