Neutralidad de la Red: las apariencias engañan

El término «neutralidad de la red» fue acuñado por el profesor Tim Wu y se ha convertido en uno de los asuntos más poliédricos, pantanosos, paradójicos y traicioneros de cuantos podamos imaginar. Tiene que ver con la posibilidad de discriminar los contenidos de Internet y las velocidades de acceso en función del uso, lo cual podría derivar en vender al mejor postor recursos considerados servicio público universal.

En Estados Unidos el debate es terreno de disputa política entre demócratas y republicanos. Pero, no nos engañemos, el Partido Demócrata (presentado como «el progresista») no es lo que en Europa entendemos como socialista, mucho menos libertario anarquista, pues, en la práctica, su defensa de la «neutralidad de la red» podría suponer la toma de partido por el «capitalismo de plataformas»: el oligopolio en los contenidos que han ido formando grandes empresas de todos conocidas como Google, Amazon, Apple, Netflix o Facebook, agrupadas bajo el concepto OTT (Over-the-Top). Enfrente, los operadores de telecomunicaciones como Comcast, AT&T y Verizon, supuestamente apadrinados por Ajit Pal, presidente de la FCC, y su jefe Donald Trump, intentan aumentar -en apariencia a costa del lobby OTT- sus ingresos y rentabilidad, que han ido decayendo en los últimos años.

En lenguaje llano, los operadores de telecomunicaciones o ISPs defienden que los OTTs tienen mucha jeta porque con poca inversión y cuatro gatos empleados obtienen grandes beneficios aprovechándose de unas redes cuya construcción y mantenimiento cuestan un dineral. Celebérrimas son algunas de las declaraciones al respecto de César Alierta, ex-presidente de Telefónica, como por ejemplo: «Cuando la plantilla de Google tiene unos 50.000 empleados, 40.000 son expertos en algoritmo, no tienen ni un ingeniero de telecomunicaciones, para qué van a tener si usan las redes sin pagar«.

En el otro bando, las razones de los OTTs las resume a la perfección Reed Hastings, director ejecutivo de Netflix: «Si los proveedores de Internet no pagan por el contenido, ¿por qué deberíamos pagar nosotros por la red?«. Hastings puede presumir de que su empresa concentra el 40% del tráfico de Internet en Estados Unidos por las noches y, efectivamente, no va desencaminado en lo que dice, pues revela una de las contradicciones del debate, cual es que la mejora de las redes está incentivado por la demanda de los usuarios de contenidos voraces en ancho de banda: vídeo, música, juegos, etc. ¿Qué sentido tendrían sin ellos los ADSL y fibras de alta capacidad comercializados por los operadores desde hace años?

En realidad ISPs y OTTs son mucho más complementarios que enemigos y, seguramente, los mayores perjudicados por el final de la neutralidad de la red no serían los usuarios finales sino los posibles nuevos entrantes en el negocio de contenidos, puesto que los grandes tienen dinero a paletadas para cubrir peajes y de paso eliminar competencia.

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