«Los grandes espíritus siempre han encontrado
una violenta oposición en las mentes mediocres»
(Albert Einstein)
Los Objetivos de la Organización

Durante los dos primeros años de guerra, el ejército del Norte, aunque superior en medios, caracoleaba acobardado ante la sola mención del general Lee. Los altos mandos mostraban incapacidad e incluso en ocasiones comprensión hacia la causa esclavista. Estos hechos frustraban enormemente al presidente Lincoln.
El capitán Ulysses Simpson Grant había tenido que abandonar el ejército por algunas borracheras inoportunas. Acabó trabajando para su propio padre como dependiente mal pagado, cuando el estallido de la guerra civil le concedió una segunda oportunidad. Tras un tiempo preparando reclutas fue nombrado coronel, gracias a un valedor en Washington, y comenzó a dirigir operaciones militares en el Oeste. A diferencia de lo que ocurría en el Este, Grant arremetía con gran decisión contra los rebeldes sureños. Al coincidir con las iniciales de su nombre, sus hombres comenzaron a llamarle «Unconditional Surrender» Grant.

Las victorias de Grant llegaron a oídos del presidente, quien lo ascendió a general. Sin embargo, sus éxitos despertaron recelos en algunos personajes mezquinos con acceso a la Casa Blanca que intentaron convencer a Lincoln para que lo apartara del mando. Incluso su superior inmediato intrigaba contra él difundiendo rumores sobre su afición a empinar el codo. Tras cada victoria de Grant en el campo de batalla, en los despachos arreciaban contra él las acusaciones de borracho y sanguinario. Ante la reiteración de estos ataques Lincoln no vacilaba, acabó preguntando irónicamente por la marca de whisky que bebía Grant para mandar una remesa a todos los oficiales.
Ulysses S. Grant fue nombrado finalmente Comandante en Jefe de los ejércitos de la Unión. El 9 de abril de 1865 el general Lee se rindió ante él. Cinco días más tarde el presidente Lincoln fue asesinado, pero con sus dos grandes objetivos ya cumplidos: preservar la unidad de la nación y acabar con la esclavitud.
Liderazgo Total
El liderazgo se diferencia mucho de la simple jefatura. Puedes reconocer fácilmente a un jefe líder: después de un rato en su despacho sales renovado. Un líder es alguien que aporta, que enriquece, que entusiasma, que deja huella. Líder es quien se rodea de los mejores y acepta sin temor que le puedan hacer sombra. Un líder es alguien cuya autoridad no sólo emana de su cargo. En resumen, líder es alguien con talento para liderar.
Cuando no hay verdadero liderazgo en la dirección, la organización está enferma. Si la jefatura central falla en sus funciones de liderazgo, el talento periférico las absorbe en lo posible. Sin embargo, en una empresa tradicional esto suele producir un conflicto entre las partes. Los jefes mediocres no saben qué hacer con el talento. En primer lugar no son capaces de reconocerlo y, aunque lo sean, lo maltratan.
Hoy en día, la elevada preparación académica de los empleados convierte en obsoletos los viejos métodos de liderazgo, basados sobre todo en autoridad y antigüedad. Los jóvenes soportan muy mal los entornos de trabajo rígidos con jefes tóxicos, incompetentes y apoltronados; horarios presenciales interminables; tareas deprimentes y escasa proyección profesional. Una organización sana, moderna e innovadora distribuye liderazgo entre sus empleados, se espera que todos sean un poco líderes. Es lo que podemos llamar Liderazgo Total.
Si definimos el estatus quo como el conjunto de intereses, organización jerárquica, cultura, procesos y tecnologías dominantes en una organización particular o en la sociedad en su conjunto, entonces podemos decir que la oportunidad es la posibilidad que tiene el talento para modificar el estatus quo. Si los cambios no encuentran mucha resistencia, entonces nos encontraremos en un lugar abierto que ofrece oportunidades y que por tanto genera innovación.
Las personas ya no se conforman con recibir órdenes, tienen una clara expectativa de cómo quieren ser coordinados. Tradicionalmente la función más importante de los mandos intermedios ha sido el control, pero ahora más que nunca hay que sumar la identificación y promoción del talento. Eso sí, las políticas de gestión del talento deben partir de la hipótesis de que la jerarquía de mando puede hacer un mal uso de él, por lo cual la máxima dirección ha de procurar mecanismos de compensación de este desequilibrio, siempre con el objetivo de proteger el talento.
Todo esto incrementa la exigencia hacia los jefes, pero no necesariamente la dificultad de su labor, basta fundamentarla en valores y guiarse por el sentido común. Los buenos jefes necesitan buscan empleados y los buenos empleados necesitan buenos jefes.
El principal beneficio que puede aportar un jefe en su organización es desarrollar con generosidad el talento puesto a su disposición. El liderazgo apoyado en valores implica disposición a que el alumno acabe superando al maestro, estar preparado incluso a que esto suceda sin recibir agradecimiento, porque el verdadero líder se enorgullece menos de sus propios triunfos que de los que alcanzan las personas a quienes ha dirigido en alguna ocasión.