Intraemprendimiento

A finales de 1990, el ingeniero de software Patrick Naughton de la compañía Sun Microsystems se hartó de intentar mantener diariamente los cientos de APIs (Application Programming Interfaces) utilizadas en la empresa.

Cuando le comunicó a su jefe y amigo Scott McNealy su decisión de aceptar una oferta de empleo de la compañía NeXT, McNealy le pidió que escribiera sus quejas y sugerencias. Naughton no se mordió la lengua en su lista de deficiencias, pues suponía que iba a abandonar la empresa de todas formas. Sin embargo, para sorpresa de Naughton, su jefe distribuyó la carta y recibió mucho respaldo a nivel interno. Incluso Bill Joy -cofundador de Sun- y James Gosling apoyaron sus comentarios y los hicieron llegar a otros directivos.

El día en que Naughton iba a dejar Sun, recibió una contraoferta de la empresa en la que se le comunicaba la intención de crear un equipo secreto de expertos desarrolladores de software para que hicieran lo que quisieran, con el único requisito de que fuera innovador. Naughton aceptó y se incorporó al equipo de trabajo, denominado Green. Las seis personas que lo formaban, entre los que se encontraban también Bill Joy y James Gosling, se recluyeron para examinar las tecnologías existentes en el mercado en aquel momento, fijándose especialmente en dispositivos electrónicos de gran consumo. El grupo comenzó el desarrollo de un nuevo lenguaje de programación llamado Oak, que en 1994 fue renombrado a Java. Gracias también a la expansión paralela de la World Wide Web, Java tuvo un éxito arrollador, haciendo ganar muchos millones de dólares a Sun Microsystems y a toda la industria TIC en general.

Dicen que el ser humano medio no aprovecha ni siquiera el 20% de su capacidad cerebral. Extrapolando, podemos hacernos algunas preguntas: ¿cuánta capacidad de sus empleados aprovechan las empresas? ¿Cuántos «Javas» nunca llegaron a ver la luz? ¿Cuántos Patrick Naughton fueron dejados escapar con indiferencia? La historia de la tecnología está plagada de casos de empresas que no supieron ver lo que tenían delante. Steve Wozniak era empleado de Hewlett-Packard y tenía la obligación contractual de presentar sus ideas a la empresa: «¿Para qué quiere la gente un ordenador?» Steve Jobs supo responder a esta pregunta. En 1876, cuando el empresario Gardiner Greene intentó vender la patente del teléfono a Western Union, le contestaron: “No nos interesa un simple juguete electrónico”.

La crisis ha puesto de moda la palabra emprendimiento. También se habla del intraemprendimiento, una alternativa perfectamente válida para aquellos profesionales que no se atreven a montar un negocio por su cuenta y para aquellas empresas que saben de los beneficios que pueden obtener del aprovechamiento del talento de aquellos empleados más inquietos e innovadores, rompiendo los corsés de los supuestos «planes de carrera».

La gestión de RRHH por competencias (un perfil predefinido con un coste fijo establecido) debería ser sustituida, o al menos complementada, por la gestión del talento y las capacidades de seres humanos con nombre y apellidos. El problema es identificar a las personas con un talento especial pues, para empezar, los encargados de esta tarea han de tener a su vez el don de saber descubrirlo.

Algunas empresas cuentan ya con programas de emprendimiento interno, fuera de los canales tradicionales, para favorecer a los empleados que destacan por su capacidad transgresora e innovadora. Seguramente el equipo Green no habría creado Java sin Sun Microsystems, y la compañía no habría triunfado tanto sin la inquietud de Patrick Naughton.

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