Hackers

La industria mundial de las nuevas tecnologías había sufrido tres grandes crisis en los últimos diez años, por tres veces el Nasdaq se había hundido arruinando a miles de empresas. Los inversores agotaron su paciencia y decidieron tomar medidas drásticas. Su líder, el empresario Neil Bates, prometió a todos los accionistas 20 dólares de dividendo por cada acción y no tuvo contrincantes en las elecciones primarias del Partido Ultraliberal Hiperdemocrático. De este modo se convirtió en el candidato a la presidencia de la nación.

Bates era un hombre hecho a sí mismo, que había amasado una enorme fortuna con la compra-venta de empresas de software. Había evitado la ruina gracias a unas sospechosas maniobras bursátiles, pero las acusaciones de tráfico de información privilegiada nunca se habían podido demostrar. Efectivamente, la cara de tonto de Neil Bates escondía una personalidad astuta y calculadora.

El candidato tenía claro el siguiente paso. Una de sus empresas comercializaba un sistema automático de escrutinio que consiguió vender a la comisión electoral a causa de las sospechas de fraude en anteriores recuentos manuales de votos. Su principal oposición, el Partido Social Requetedemocrático, protestó, pero la suerte ya estaba echada. Bates controlaba la mayoría de los medios de comunicación y las protestas se volvieron en contra de sus adversarios políticos. Las cuantiosas donaciones para su campaña hicieron el resto.

A su llegada a la presidencia del país, Bates se obsesionó con el control de Internet. Aunque seguía dominando el mercado mundial del software, nunca perdonó que la comisión antimonopolio dividiera en dos su mayor empresa unos años antes. Ahora había decidido poner en marcha una estrategia similar para acabar con la libertad de comercio en la red, la causa principal que -según las empresas que habían financiado su campaña electoral- provocaba los hundimientos periódicos de la Bolsa.

Dicho y hecho, ordenó a sus técnicos que idearan un nuevo protocolo de comunicaciones y creó una nueva red llamada «Internet Plus Plus», totalmente incompatible con la antigua. Una compañía de equipamiento de redes llamada Fistro Networks, que había sido duramente castigada por las caídas bursátiles, se hizo con la concesión de la infraestructura a pesar de las fundadas sospechas de soborno.

La oposición interna se rebeló, pero fue sofocada por leyes represivas y el silencio cómplice de los medios de comunicación. Los grupos del «underground» informático presentes en la antigua y en la nueva red fueron tachados de terroristas, y cualquier comentario a su favor era sancionado con acusaciones de alta traición al Estado. La nueva Ley de Seguridad Nacional permitió que se multiplicaran los asaltos armados a domicilios de supuestos hackers: los agentes derribaban la puerta sin contemplaciones, detenían al sospechoso a punta de pistola e incautaban todo el material informático que encontraban en la casa. Lo peor era la cara que se les quedaba a los padres, que no tenían ni idea de lo que hacía su hijo con el ordenador de su habitación.

En el exterior, los países limítrofes se unieron en seguida a la nueva Internet, dada su fuerte dependencia económica. La Confederación Europea se mostró resistente al principio, pero las circunstancias se aliaron con Neil Bates. Desde hacía varios años, los machos del ganado vacuno europeo y sudamericano se estaban volviendo estériles a causa de los piensos sintéticos con que se les alimentaba, de manera que la producción de carne estaba bajando hasta niveles alarmantes. Bates tenía la solución en su mano: uno de sus laboratorios había patentado un revolucionario método de clonación y no dudó en ofrecerlo a los europeos a cambio del control de sus compañías de telecomunicaciones. La participación de Bates en medios de comunicación europeos ya era muy fuerte, pero esto le daba la oportunidad de ejercer control absoluto, Internet Plus Plus parecía sólo una migaja al lado de semejante imperio.

Se rumoreaba que los animales clónicos padecían artrosis prematura, incluso terribles malformaciones, pero la televisión nunca había dicho nada al respecto y mucho menos se habían publicado imágenes. La Ley de Seguridad Nacional había instaurado la pena de muerte para quien revelara datos sobre tecnologías clasificadas como alto secreto de Estado. El ministro de ganadería de la Confederación Europea tampoco podía exigir mucho, al fin y al cabo la carne estaba buena y no se tenían informes de ningún efecto perjudicial en humanos. «Peor sería seguir dejando a la gente sin carne y encima tener que reconocer que nuestros piensos no eran buenos, ¿qué sería de mi carrera política?» -pensó.

Pero a pesar del control mediático que ejercía Neil Bates, la menor represión policial no acabó con los grupos de defensa de los derechos civiles en Europa. Algunas asociaciones del «underground» informático seguían haciéndose oír e incluso daban algún golpe sonado de vez en cuando.

La antigua Internet sobrevivía sobre todo en Asia, Oriente Medio y África, en países más alejados de la influencia occidental. Una asociación española autodenominada «Aves Nocturnas», que pertenecía a la internacional «The Flying Falcons», defendía la reunificación de las dos redes. Desde su servidor web alojado en la ínsula Barataria, la asociación atacaba la política de Neil Bates y la sumisión europea, pero la incomunicación entre ambas redes hacía imposible que los internautas occidentales leyesen sus proclamas.

Paco y Pepe, dos de los hackers pertenecientes a Aves Nocturnas, planeaban desde hacía tiempo un golpe contundente y audaz. Habían tenido conocimiento de que los productores de «Te damos lo que te mereces», el programa televisivo de mayor audiencia a escala nacional, mantenían una base de datos con las direcciones de correo electrónico de los televidentes para poder enviarles publicidad de los patrocinadores. El plan parecía evidente: entrar en ese ordenador y enviar el manifiesto del hacker, escrito por «El Mentor», a todas las personas allí registradas. Además, aprovechando los conocimientos de Paco sobre las tecnologías de Fistro Networks, intentarían conectar las redes nacionales con la Internet no controlada por Neil Bates y al mismo tiempo invitar a la gente a que navegara por ella. La operación era arriesgada, indudablemente les acusarían de terrorismo, pero no se dejaron arredrar por el miedo.

Desde un garaje situado en un pueblo de la sierra de Madrid comenzaron la intervención un viernes por la noche utilizando dos teléfonos móviles, habían calculado que dispondrían de una hora antes de que la policía llegara. Paco fue atravesando uno tras otro todos los routers hasta que consiguió conectar con la antigua Internet. La operación fue sencilla, los administradores de red se habían dejado en todos los dispositivos la misma contraseña que traían de fábrica y sólo había que teclear un par de comandos en ellos. Es lo que tiene el off-shoring: los cuatro técnicos subcontratados que mantenían la seguridad desde Bangalore administraban 1.500 cortafuegos de toda la red a cambio de un plato diario de arroz con pollo al curry. No daban abasto. «Total, yo pa lo que cobro me piro to los días a las cinco, se quede esto como se quede» -solía decir el mayor de los cuatro cuando salía de la oficina-. «Encima querrán que me acuerde de 1.500 contraseñas, na, tos la misma y a tomar por saco, pa lo que cobro».

Pepe, por su parte, tardó bastante en reventar el cortafuegos de la compañía de televisión, era uno de los pocos a los que les habían cambiado las credenciales porque tenían un becario un poco friki, pero ya se disponía a copiar las direcciones de correo electrónico para mandar el mensaje de protesta. Les quedaba poco tiempo y Paco estaba muy nervioso: «¡¡¡Hackéalos, Pepe!!! ¡¡¡Hackéalos ya!!!» -exclamó con los ojos fuera de órbita mientras goterones de sudor frío se deslizaban por su frente.

«Tranquilo, Paco, ya me queda poco». Pepe mantenía su carácter calmoso a prueba de bomba. Nunca había sentido la informática como una vocación, lo suyo era la cata de vino. Todos los días se acordaba de su juventud trabajando en la bodega de su padre en Valdepeñas, de los elogios que le dedicaban los enólogos por su afinada nariz… y de su frustrada carrera. Sólo le habían dado la oportunidad de trabajar en bodegas de vino peleón y su padre le convenció para que estudiara ingeniería electrónica por las tardes. Cuando acabó la carrera, encontró un trabajo bien remunerado en informática y dejó lo del vino definitivamente. «Ya está, he mandado el mensaje. La gente sabrá por fin lo que está ocurriendo en el mundo» -murmulló como despertando de un ensueño.

¡Dios mío, Pepe! Demasiado tarde. ¡La Guardia Civil ya está aquí! Pepe miró por la rendija y vio unos hombres armados vestidos con uniforme verde y tricornio negro corriendo hacia la puerta del garaje. «¿Desde cuándo la Guardia Civil habla inglés…?» -se preguntó.

¡Nooooo! ¡No disparéis! ¡Aaaaaaaaaggggghhhhh!

 

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2 respuestas a Hackers

  1. Pedro A. dijo:

    Es exactamente al punto al que hemos llegado. Nuestras comunicaciones están mediadas por las agencias gubernamentales propias, por las ajenas, por las compañías de telecomunicaciónes, por los fabricantes de móviles, por los fabricantes de smart-TV, por los fabricantes de coches, por las casas de software que desarrollan las apps que tan alegremente utilizamos, por nuestro proveedor de correo electrónico «gratuito», por las redes sociales, por las grandes empresas que escanéan las redes sociales y compran nuestros datos, por los delincuentes informáticos (no los hackers, los hackers son otra cosa), por los emisores de nuestras tarjetas de crédito…
    Si un servicio es gratuito es que el precio del servicio eres tú.
    Nuestra seguridad y privacidad están en manos de los hackers — para el que aún entienda lo que esa palabra significa. Es la hora de poner en marcha el cypherpunk que llevas dentro.

  2. Natalia Mellado dijo:

    Un gran artículo y gran información para una persona como yo que a veces estas cosas se me pasan.
    Leyendo este artículo se abre la mente a lo conocido que lo hacen desconocido.
    Decimos que somos libres, y así me siento…pero en la sociedad parece que hay cárceles por todos los lados y a través de las tecnologías te conocen casi más que a ti mism@.
    Un saludo.

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